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Esta fotografía no es solamente una de las más conocidas de la Guerra Civil Española (1936-1939), sino que, bajo mi punto de vista, es una de las que más emocionan. Sobre todo si la analizamos a fondo.

Pero primero, vamos a situarla en el tiempo y en el espacio. El año:1939 y el lugar: la frontera española con Francia.  Y algo no menos importante: el contexto: el avance de las tropas sublevadas por tierras catalanas y el inminente fin de la guerra empujaron a gran parte de la población a la huida hacia el país vecino.

A pesar de que Francia, presidida entonces por el Daladier, mantenía cerrada la frontera con nuestro país, el inicio de la ofensiva franquista sobre Cataluña el 23 de diciembre de 1938 y la caída de Barcelona en enero de 1939 hicieron que la presión de tropas y población civil sobre los pasos fronterizos aumentara tanto que el gobierno francés tuvo que volver a abrirla el 28 de enero de 1939. Así, todos los refugiados civiles que lo desearan pudieron entrar en territorio galo (los hombres en edad de combatir tuvieron que esperar unos días más a que la frontera se abriera para ellos).

Con la apertura de la frontera, muchas familias españolas iniciaron el largo y duro camino del exilio. Muchos no volverían y los que lo hicieron, nunca olvidaron aquellos días de sufrimiento y horror.

Más de cincuenta años después de aquellos días, un hombre se reconoció en una de las fotos que testimonian el exilio español. Su familia y él abandonando un país arrasado y huyendo del ejército enemigo. Ese hombre es el niño más pequeño de la foto, el que aparece en segundo plano agarrado del brazo de un hombre con bigote. Se llama Amadeo Gracia Bamala y esta es la historia de su familia:

El primer plano de la fotografía lo ocupan su padre Mariano, cargado de mantas, mucho más envejecido de lo que en realidad es y con la derrota grabada a fuego en su rostro, y, cogida de su mano, su hermana Alicia, de  9 años. Detrás, como dijimos, aparece Amadeo de la mano de un hombre, y, detrás de él, y mirando al objetivo del fotógrafo, su hermano mayor, Antonio.

Dos años antes de que se tomara la foto, toda la familia vivía en Monzón (Huesca) y allí, un bombardeo franquista les cambió la vida. La madre, Pilar, murió, y dos de los niños quedaron mutilados: la pequeña Alicia perdió la pierna izquierda y Amadeo, con apenas dos añitos, perdió media pierna. Al hermano mayor, Antonio, le libró el hecho de que su madre le enviara a hacer un recado.

El padre, Mariano, murió apenas un año y medio después de cruzar la frontera y los tres niños volvieron a España. Antonio fue a vivir con sus abuelos, y los dos pequeños, ingresaron en un hospicio. Y como recuerda Amadeo:»»Ahí empezó mi verdadero exilio. Nos metieron en un hospicio. Golpes, humillaciones, hambre… No es plato de gusto para nadie».

Y es que en la Historia, más allá de los grandes acontecimientos y de los personajes, hubo y hay personas comunes, que muchas veces fueron las que más sufrieron y los que menos reconocimiento han recibido. Por eso hoy he decidido contar su historia.

A partir de ahora, cada vez que os encontréis cara a cara con esta fotografía, acordaros de la triste historia de esta familia y no olvidéis sus nombres: Mariano, Alicia, Amadeo y Antonio.